Suelo mirar mis manos
y busco (como en la plancha de un grabado)
las huellas que quedaron en la masa
y busco (como en la plancha de un grabado)
las huellas que quedaron en la masa
de la que creció el pan
y encuentro su sabor
y el gusto de la tradición
y del trabajo.
Miro mis manos
y adivino las figuras y la historia
que sacaron al papel,
sin forma y llano,
o a la arena
que se quiso construir
en castillos, carreteras, barcas
o muñecos que enmendaban de la vida
(tal vez la remendaban)
su gesto amable.
Miro mis manos
y rastreo en sus vetas
la madera con que hicieron
estanterías en las que posar
tiempos de vida
o libros en los que beber
el agua de otras existencias.
Miro mis manos
y trato de leer en sus heridas
cada caricia que dejaron en la piel
de una mirada que miró mis ojos,
cada palabra que escribieron
y que se hizo verso,
sencillo e imperfecto,
y que encontré en la madrugada,
en el amor,
en un amanecer lleno de luz,
en el fracaso
o en un ocaso sobre el mar
hecho de fuego.
Suelo mirar mis manos
y se me antoja que en sus líneas
puedo hallar
trazos de mi retrato.
y encuentro su sabor
y el gusto de la tradición
y del trabajo.
Miro mis manos
y adivino las figuras y la historia
que sacaron al papel,
sin forma y llano,
o a la arena
que se quiso construir
en castillos, carreteras, barcas
o muñecos que enmendaban de la vida
(tal vez la remendaban)
su gesto amable.
Miro mis manos
y rastreo en sus vetas
la madera con que hicieron
estanterías en las que posar
tiempos de vida
o libros en los que beber
el agua de otras existencias.
Miro mis manos
y trato de leer en sus heridas
cada caricia que dejaron en la piel
de una mirada que miró mis ojos,
cada palabra que escribieron
y que se hizo verso,
sencillo e imperfecto,
y que encontré en la madrugada,
en el amor,
en un amanecer lleno de luz,
en el fracaso
o en un ocaso sobre el mar
hecho de fuego.
Suelo mirar mis manos
y se me antoja que en sus líneas
puedo hallar
trazos de mi retrato.