Cuaderno de Bolsillo
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domingo, 31 de octubre de 2010
CIUDAD DE LOS MUERTOS
Hasta los árboles están tristes
en la ciudad de los muertos;
los pájaros cantan triste
debajo de un frío silencio.
Ya voy dejando pedazos
de mí dentro de este encierro
y un día lo daré todo al fin
y la vida seguirá viviendo.
viernes, 29 de octubre de 2010
EL CAMINO DEL PASADO
Hoy he inventado el camino
para volver al pasado;
hoy he bajado al infierno
y lo encontré tranquilo,
leve y solitario.
Acaso sucede
que los demonios no trabajan
los viernes por la tarde,
pero no puede ser
que fines de semana
Eneas vuelva a casa.
Y, aunque mis demonios
no quieran acompañarme,
debo seguir camino
a descubrir países
y edificar ciudades,
a sembrar la semilla
del bien
en medio de tantos males.
Hoy he inventado el camino
para volver al pasado,
hoy he bajado al infierno
a descubrir que vivo
lejos,
que mis velas las hinchan
vientos fuertes y favorables.
miércoles, 27 de octubre de 2010
AÑORANZA
Añoro poco más que el mar,
poco más
que la espuma rizada por el viento,
poco más que el paisaje de un diciembre
que hace mella
en mis ojos y en mis manos.
Añoro
la luz que languidece cada hora,
ramas que van deshojando días
y nubes que me encierran
en la cárcel gris de todos los inviernos;
añoro
los caminos de la soledad
y algunos versos
atravesados sin salir por dentro hasta doler,
añoro todo lo que hoy vivo.
domingo, 24 de octubre de 2010
MIRANDO LA MONTAÑA
Tal vez miró mi madre
las montañas en sol
de un día del invierno;
tal vez pintó en su adentro
un recorte azul del cielo
sobre cumbres y nieve,
por encima de tejados y de sueños.
Tal vez pensó,
en sus cuarenta y cinco años
(en sus sesenta y dos
o veintisiete),
en alguien que nació su sangre,
su nombre
y nació su cuerpo
y que viera tal vez
la luz de la mañana
colarse entre sus ojos y su alma.
Y así una y otra vez
llevado al infinito
y acaso pensaron,
como pienso yo,
en unos ojos nacidos de sus ojos
que vean ser esa montaña.
viernes, 22 de octubre de 2010
PERSISTE LA NOCHE
Los coches me dan un sonido de lluvia,
los pájaros cantan que tal vez amanezca.
Adentro persiste la noche,
se enreda en mis ojos
y derrama silencio
por todas las estancias.
Yo no quiero que nada se mueva,
que se imponga la luz
ni despierte la vida.
Me gusta aderezar palabras
con la mano final de la noche
velando mis ojos.
Prefiero
recorrer las sombras que nos da el sol,
mirar las cosas que se suceden
cuando se desenvuelve el día
o saborear mi vida
antes de que todo llegue.
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