me arden las quijadas de la jauría a mi espalda
y aparto con los brazos el humo de cigarrillos que sale del alcantarillado
corro los pasos de la penumbra en el callejón
sin salida
busco la puerta de escape
la burla inmensa del perseguido en los dibujos animados
llamo y no me oyen
grito es el rumor de las palabras que sudan en los anaqueles
de lejos me alcanza el olor femenino de una mirada inevitable que mira mis ojos
y no sabe ver nada
rozan mis manos sus pétalos de flor y sus zarpas de gata
liban una voz embriagante y queda
que con la rabia niña de sus labios tiernos araña en un gesto apretado
un quejido se aferra a mi garganta
como el secreto pequeño de unos adolescentes enamorados
que pronuncian las pupilas
bombillas temblorosas pegan sobra el dorso de la madrugada pasquines
con brochas de risotadas
marchitas por unas cuantas horas de retraso
el canto de las tumbas clavará mariposas de colores gastados en tu vientre
y quieren quebrarse con la caricia brusca de chillidos de navajas
dos policías leen en el parpadeo de mis dientes a lo lejos
y continúan luego su ronda murmurando
el asfalto te sea leve