Quisiera ser cantante en Pont des Arts,
perderle el miedo a mi palabra
y a mi voz desaliñada
que no entiende de armonías
y quiere hablar pero escondida
detrás de una guitarra.
Quisiera hacerme de la calle,
de la mañana fría,
de gente que viene y va,
del tiempo que no es de nadie;
de un café con leche
que es la mejor conquista
al cabo de las notas
entre las manos frías.
Quisiera vivir cada momento
sabiendo que nada es mío
y que yo soy del tiempo,
en un mundo de asfalto
y de verdad
en que soñar
no merece la pena,
y sí cantar
y sí la libertad
y sí la vida y la palabra.